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Alexandre Borges de Magalhães

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De la fe al deporte. Del deporte a la fe (Segunda parte)
Escrito por: Alexandre Borges

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Continuando con la reflexión sobre la relación entre fe y deporte de nuestro hermano Alexandre Borges compartimos la segunda parte de la columna que compartimos la semana pasada.

DE LA FE AL DEPORTE

Acerca de lo que la fe puede brindar al deporte, es fundamental destacar en primer lugar la riqueza de la antropología cristiana. Ésta, ciertamente, beneficia al deporte abriéndole a un sinnúmero de amplios horizontes, comprendiendo la vivencia del deporte como una experiencia humana integral y rica. La antropología que brota de la revelación cristiana ayuda al atleta a superar reduccionismos que pueden terminar por oscurecer la grandeza de la práctica deportiva. Esto es algo que parece tener muy claro el Papa Francisco cuando exhorta a los atletas:

«a entrar en juego no sólo en el deporte – como hacéis ya y con excelentes resultados – sino en la vida, en la búsqueda del bien verdadero, sin miedo, con valentía y entusiasmo. Ponéos en juego con los demás y con Dios, dando lo mejor de vosotros mismos, empleando vuestras vidas en lo que vale y dura para siempre. Poned vuestros talentos al servicio del encuentro entre las personas, de la amistad, de la inclusión» (S.S. Francisco, Discurso a los miembros de la Federación Italiana de Tenis, 2015).

Por otro lado, la fe ayuda a los deportistas, especialmente a los que son famosos y tratados casi como ídolos, a recordar que hay dimensiones de la realidad que trascienden la contingencia terrena y, como el afirma el Papa Francisco, «la fe permite a los deportistas, tanto amateurs como profesionales, mantener una sana distancia y tener la sabiduría para relativizar tanto las derrotas cuanto los triunfos» (S.S. Francisco, Mensaje al encuentro “Entrenadores: Educadores de personas”, del Pontificio Consejo para los Laicos, 2015). La fe es, así, una luz que conduce a los atletas a no creerse ídolos, sino auténticos líderes y referentes importantes en la formación en valores de toda la sociedad, especialmente de los más jóvenes.

San Juan Pablo II sostenía que los atletas están llamados a reconocer que sin Jesucristo:

«son interiormente como ciegos, o sea, incapaces de conocer la verdad plena y de comprender el sentido profundo de la vida, especialmente frente a las tinieblas del mal y de la muerte. Incluso el campeón más grande, ante los interrogantes fundamentales de la existencia, se siente indefenso y necesitado de [Su] luz para vencer los arduos desafíos que un ser humano está llamado a afrontar» (San Juan Pablo II, Homilía en el Jubileo de los deportistas, 2000).

Otro aporte esencial de la fe lo proporciona la Sagrada Escritura que ilumina todos los aspectos de la vida humana, incluyendo al deporte, dando no pocas directrices que permiten hacer paralelos entre la práctica deportiva y la vida de fe. «La Biblia nos enseña que la persona humana es un todo uno, espíritu y cuerpo» y «por esto los animo a cultivar siempre, junto a la actividad deportiva, también competitiva, la dimensión religiosa y espiritual»[efn_note]S.S.  Francisco, Mensaje a la Sociedad Deportiva Lazio, 7/5/2015.[/efn_note], afirma el Santo Padre.

En esta línea, el apóstol San Pablo afirma que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1Cor 6,19), señalando que no nos pertenece exclusivamente, sino, principalmente, a Dios. Por lo tanto, éste debe ser sanamente cuidado y desarrollado en orden a alcanzar los fines más sublimes de la existencia humana. Desde el prisma de la fe, el deporte gana una dimensión muy honda y relevante, pues como camino de despliegue físico que es, ayuda también a conducir al hombre a su plenitud mental y espiritual, colaborando así a dar gloria a Dios: «Glorifiquen a Dios en su cuerpo» (1Cor 6,20). La valoración cristiana de lo corporal es sumamente positiva, entendiéndolo como parte esencial de la naturaleza humana y estrechamente relacionado con las dimensiones espirituales y psicológicas del hombre.

La visión desde la perspectiva cristiana permite ampliar la concepción del deporte, ayudando a impedir que la práctica deportiva sucumba ante algunos desafíos, tales como el culto al cuerpo, la excesiva comercialización, el “exitismo” que busca ganar a toda costa, conduciendo incluso al consumo de sustancias ilícitas o al uso de la violencia. La fe ayuda a mantener el espíritu del deporte vivo, fresco y siempre abierto a su verdadera grandeza y rectitud.

El deporte, inspirado por los auténticos valores humanos y cristianos, puede transformarse en una importante fuente difusora de valores elevados para toda la sociedad, especialmente promoviendo la unión entre los pueblos, razas, religiones y culturas, ayudando a superar las muchas divisiones por las que todavía hoy pasa nuestro mundo (S.S. Francisco, Mensaje a los Delegados de los Comités Olímpicos Europeos, 2013).

COMPROMISO CATÓLICO EN EL DEPORTE

A pesar de la estrecha relación que hemos visto entre fe cristiana y deporte, es importante constatar que el camino del compromiso católico en el mundo deportivo está aún dando sus primeros pasos. Como dijo el Papa Benedicto XVI, el deporte es una actividad humana “que aún está esperando para ser iluminada por Dios a través de Cristo, para que los valores que expresa puedan ser purificados y elevados tanto en el ámbito individual como colectivo” (S.S. Benedicto XVI, Mensaje con ocasión de la XX edición de los Juegos Olímpicos Invernales, 2005). Podemos decir que, en cierto sentido, la fe también espera ser enriquecida por las muchas concreciones de vivencias de valores elevados que el deporte manifiesta.

El compromiso católico en el deporte se viene intensificando de manera particular en los últimos pontificados, donde han sido creadas secciones especiales en dos dicasterios de la Santa Sede: el de Laicos y el de Cultura, además de la creación de pastorales del deporte y capellanías deportivas en muchas diócesis. Es igualmente significativo que muchas federaciones, clubes y equipos han sido recibidos en audiencia por los sumos pontífices.

A nivel del clero e incluso del laicado católico, pienso que falta una mayor comprensión del campo evangelizador que el deporte representa. No es raro que aún hoy cause cierto desconcierto cuando uno comenta que estudia la materia y que hay mucho por profundizar en la relación entre el deporte y el cristianismo. Quizás lo anterior manifieste que hay una carencia de aplicaciones prácticas del asunto en la vida cotidiana de los católicos.

Parece ser entonces que existe un doble desafío para aumentar el compromiso católico en el deporte: en primer lugar hay que seguir promoviendo y desarrollando el campo de la reflexión, mejorando también la difusión de los contenidos; y en segundo lugar, hay que desarrollar la pastoral deportiva, buscando capacitar agentes pastorales especializados, que a su vez generen diferentes iniciativas y experiencias evangelizadoras.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Ojalá todo lo anterior, con la gracia de Dios, permita que haya un aumento de las iniciativas evangelizadoras católicas en el deporte.

Termino citando al Beato Papa Pablo VI, en un memorable pasaje acerca del deporte que puede inspirarnos muchísimo: «La vida es un esfuerzo, la vida es una competencia, la vida es un riesgo, la vida es una carrera; la vida es una esperanza hacia la meta final, una meta que trasciende la escena de la experiencia común, y que el alma entrevé y la religión nos presenta» (Beato Pablo VI, Discurso a los ciclistas del Giro de Italia, 1964).

Alexandre Borges

Alexandre Borges es natural de Rio de Janeiro (Brasil) es bachiller en Sagrada Teología y licenciado en Pedagogía. Durante todo su trabajo apostólico, ha tenido un gran interés personal en el deporte y la relación muy cercana que tiene con la fe cristiana. Por ello, decidió desarrollar reflexiones que pudieran aportar en algo a través de su obra «Deporte y compromiso cristiano». Actualmente es Coordinador General del Movimiento de Vida Cristiana.

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