De la fe al deporte. Del deporte a la fe (Primera parte) Escrito por: Alexandre Borges |
Deporte y fe católica tienen mucho que decirse mutuamente. Esto abre un campo de trabajo pastoral que empieza a ser conocido y que comporta todavía muchas oportunidades, exigiendo así de los católicos un compromiso cada vez más intenso en este nuevo areópago.
Busco desarrollar este tema en dos publicaciones. Ahora les comparto interés de la Iglesia por el deporte, resaltando algunos aspectos que, a mi modo de ver, son particularmente importantes entre éste y la fe desde la perspectiva “del deporte a la fe”. La próxima semana publicaré la segunda parte de este post desarrollando el itinerario “de la fe al deporte” y la importancia del compromiso católico en el mundo deportivo.
INTERÉS CRECIENTE DE LA IGLESIA POR EL DEPORTE
El cristianismo tiene mucho que aportar al deporte y mucho que aprender de él. Concretamente, la Iglesia Católica en las últimas décadas ha tenido un interés creciente por el deporte, pues lo ha comprendido como elemento fundamental de la cultura contemporánea e importante frontera de la Nueva Evangelización.
Con mucha claridad lo dice el Papa Francisco: «Los lazos entre la Iglesia y el deporte son una bella realidad que se ha ido consolidando en el tiempo, porque la comunidad eclesial ve en el deporte un válido instrumento para el crecimiento integral de la persona humana. La práctica del deporte, en efecto, estimula una sana superación de sí mismos y de los propios egoísmos, entrena el espíritu de sacrificio y, si se enfoca correctamente, favorece la lealtad en las relaciones interpersonales, la amistad y el respeto de las reglas» (S.S. Francisco, Mensaje a los Delegados de los Comités Olímpicos Europeos, 2013).
La Iglesia se interesa por la práctica deportiva porque, a la luz de la fe, concibe a la persona humana de manera integral: cuerpo, alma y espíritu. Estas realidades en el ser humano no son independientes, sino que están profundamente relacionadas. Por eso mismo, la visión cristiana del deporte busca también ser completa, no sólo entendiéndolo en su aspecto físico, sino considerándolo siempre «ordenado al perfeccionamiento intelectual y moral del alma» (S.S. Pío XII, Discurso al Centro Deportivo Italiano, 1955).
«Nada hay nada verdaderamente humano que no encuentre eco» (GS, 1.) en el corazón del Pueblo de Dios, nos enseñaron los padres conciliares en la constitución Gaudium et spes (Concilio Vaticano II). En la misma dirección, el Papa Francisco nos exhorta a seguir: «La Iglesia se interesa por el deporte porque le preocupa el ser humano, todo el ser humano, y reconoce que la actividad deportiva repercute en la formación de la persona, en sus relaciones, en su espiritualidad» (S.S. Francisco, Discurso a los miembros de la Federación Italiana de Tenis, 2015).
Así, vemos que hay un camino por el cual la fe ilumina y enriquece el deporte, pero también uno en el que la fe se ve expresada y concretizada en muchas de las prácticas y de los principios que rigen el deporte. Empecemos viendo algunos aspectos del deporte que nos pueden conducir a la fe.
DEL DEPORTE A LA FE
Para los que somos brasileños, tuvo un sabor muy especial escuchar al Papa Francisco, argentino, usando analogías futbolísticas en la Jornada Mundial de la Juventud del año 2013: «¡Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo! Nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda y feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, la vida eterna» (S.S. Francisco, Vigilia de oración con los jóvenes en Río de Janeiro, 2013). Brasil y Argentina son dos países hermanos y amigos, pero nuestra rivalidad en el fútbol es muy alta. Y lo más grande en el fútbol es ganar el Mundial, la Copa del Mundo. El Papa se vale de ello para mostrar a los jóvenes que hay algo mucho más grande que el Mundial, diciendo que Jesús nos ofrece una vida fecunda y feliz en este mundo y una vida plena en la eternidad.
El Santo Padre sigue el ejemplo de la analogía de San Pablo, quien invita a los cristianos a entregar sus vidas al seguimiento de Cristo con una generosidad como la de los deportistas que anhelan ganar el premio en los estadios: «¡Corran de manera que lo consigan! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible! Nosotros, en cambio, por una incorruptible» (1Cor 9,24-26). Si todos los católicos nos dedicáramos en nuestra vida espiritual y en nuestras obras evangelizadoras y solidarias así como se dedican los atletas de alto rendimiento en sus entrenamientos y competiciones, ciertamente existirían muchos más santos y santas en nuestro mundo.
El deporte enriquece también al cristianismo mostrándole caminos concretos que orientan la vivencia de las virtudes humanas y cristianas. La fe católica puede encontrar en el deporte prácticas concretas que pueden ser de gran ayuda para la vivencia de la fe. En una época, por ejemplo, en que la exigencia de algunas prácticas religiosas causa prejuicios y cierta resistencia en muchas personas, lo opuesto sucede en el deporte. Es decir, las prácticas exigentes del deporte son vistas como camino de superación y no de mera negación de uno mismo.
Así, podemos encontrar en el deporte un horizonte sumamente positivo que ayude a presentar los elementos de la vida cristiana, no sólo desde el prisma de la renuncia, sino sobre todo como una opción que nos conduce al bien mayor, dejando de lado lo que no es adecuado. El deporte se convierte así en una excelente escuela de libertad cristiana, un auténtico camino pedagógico de vivencia de las virtudes, «en cuanto que ofrece a las personas la posibilidad (…) de crecer en el equilibrio, en el autocontrol, en el sacrificio y en la lealtad hacia los otros» (S.S. Francisco, Mensaje a la Sociedad Deportiva Lazio, 2015).
Otro elemento en el que el deporte contribuye mucho a la fe, es ayudando a construir puentes entre el cristianismo y diferentes ámbitos de la sociedad. «El deporte es un lenguaje universal que acerca a los pueblos y puede contribuir a que las personas se encuentren y superen los conflictos» (S.S. Francisco, Mensaje por la Jornada Mundial del Deporte, 2016). La universalidad del lenguaje deportivo ha permitido que éste sea hoy un lugar de encuentro de toda la sociedad. El deporte ciertamente se ha convertido en un facilitador del dialogo entre las personas y los pueblos.
Vemos, por ejemplo, que las empresas buscan, a través del deporte, promover sus productos, los países buscan darse a conocer a través de sus logros deportivos o siendo sedes de eventos importantes. Los políticos, artistas y hasta miembros de la nobleza asisten muchas veces a grandes citas deportivas, porque de una u otra manera el deporte es hoy un espacio en el que ven necesario hacerse presentes, donde se da cita una parte significativa de la gran sociedad humana. El deporte supera barreras que para otros ámbitos sociales resultan muy difíciles, de ahí que el Comité Olímpico Internacional tenga más países miembros que la misma Organización de las Naciones Unidas.