¿Qué significa la virtud de la compasión? Escrito por: Dante Carrasco |
A menudo, en nuestra vida cotidiana, nuestros amigos nos recuerdan las actitudes o virtudes que deberíamos vivir en relación con nosotros mismos o con los demás: ¡Sé más paciente! ¡más comprensivo! ¡más tolerante! ¡más dedicado! ¡estate más tranquilo!
Por otro lado, sabemos que, para nosotros católicos, la fuente de todas las virtudes está en las llamadas virtudes teologales: el hombre es incapaz de responder a Dios con sus potencias naturales. En este sentido, la Fe, la Esperanza y la Caridad son virtudes infundidas en el hombre y que lo hacen capaz de esta respuesta.
Creo que la virtud de la compasión o misericordia es muy importante para poder hacernos capaces de dar esta respuesta, ya que es un canal entre la fuente que necesitamos para ser virtuosos y las actitudes que los demás esperan de nosotros. Siendo compasivos y misericordiosos, vamos a poder crecer en otras actitudes y comportamientos que nos harán más felices, y ayudaremos a otros en este camino.
La palabra compasión proviene del latín compassio y está ligada a otra palabra en latín, misereearis, ambas significan tener compasión de alguien. Es necesario comprender mejor esta realidad en nuestra vida y comprender el significado de decir que “Dios se compadece de nosotros”.
¿Qué es la compasión por el otro?
Es fundamental vincular la palabra compasión a otra palabra también muy rica en nuestra fe católica: misericordia. ¿Quién es misericordioso? Sabemos que “Dios es misericordioso”, aunque este concepto aparezca en muchas religiones, entre ellas el cristianismo, el judaísmo y el islam.
Para los cristianos católicos, «el Dios misericordioso se hizo carne, encarnándose en el seno de la Virgen María; es el Rostro misericordioso del Padre, porque la imagen del Dios misericordioso es el mismo Jesús» (Col 1, 15). Misericordia es una combinación de dos palabras en latín: miseratio (compasión) y cordis (corazón). Así, puede entenderse, literalmente, como “corazón de compasión”.
El Papa Francisco define la Misericordia como “abrir el corazón a los miserables”
En el Antiguo Testamento, hay una palabra hebrea para Misericordia: rahamim. Representa las entrañas de la persona (vientre materno, corazón paterno). Sentir compasión es un apego instintivo (natural) de un ser a otro. Este sentimiento tiene su propio lugar en el vientre de la madre: rehem.
Podemos ver esta palabra en el episodio en el que Salomón iba a partir en dos a un niño, en la disputa entre dos mujeres. Dice la Sagrada Escritura que las entrañas de la verdadera madre “se conmovieron por su hijo, y dijo: ‘Por favor, mi señor, que le den el niño vivo y que no le maten’” (1 Reyes 3, 26). Es decir, ¡decidió darle su hijo a otra mujer para salvar la vida de su hijo!
Ciertamente, esta realidad de la Misericordia y Compasión de Dios sale a nuestro encuentro, de manera plena, en la Encarnación del Hijo, que nos muestra el corazón íntimo del amor trinitario. La propia vida de Nuestro Señor, observada e interiorizada en el Nuevo Testamento, es un oasis de misericordia permanente por la humanidad, y Él mismo nos enseña a seguir su modelo: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia» (Mt 5, 7).
Finalmente, recordemos que, en la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate, el Santo Padre nos recuerda que la misericordia tiene dos aspectos: dar (ayudar, servir a los demás) y perdonar, comprender.
Aquí tenemos una enseñanza muy importante para que seamos hombres y mujeres que beban cada vez más de la fuente de la Misericordia, y que seamos misericordiosos con los demás, especialmente con los que más nos necesitan. Porque para ser virtuosos debemos ante todo mirarnos a nosotros mismos y a los demás como personas cuya mayor dignidad es que Cristo derramó su sangre por cada uno de nosotros.