¿Qué significa evangelizar la cultura? Escrito por: Martín Ugarteche |
¿Alguna vez has oído hablar de la “evangelización de la cultura”?
La expresión no es tan antigua. Aparece por primera vez en la Evangelii nuntiandi del Papa San Pablo VI, una exhortación apostólica escrita hace más de 50 años. Luego, en los documentos de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Puebla, encontramos todo un desarrollo del concepto, en el que nos inspiramos aquí.
Quizá lo más sencillo sea partir de lo que no es la «evangelización de la cultura».
No implica una dedicación al «activismo cultural», entendido como la promoción de un determinado tipo de actividades que se consideran «culturales», y que son accesibles sólo a las personas que consideramos «cultas», que tienen una formación privilegiada, y no al común de los mortales.
No se trata sólo de eso, sino que lo incluye.
La expresión «evangelización de la cultura» responde a la situación de toda persona humana, ya que no hay hombre o mujer fuera de la cultura. ¿Y qué es la cultura? La cultura es el hogar del hombre, el conjunto de valores, formas de pensar, virtudes y defectos, costumbres, que existen en primer lugar dentro del propio hombre, pero que se manifiestan materialmente, en la arquitectura, el arte, la política, el derecho, la educación, las formas de convivencia, el lenguaje, el trabajo, el ocio, el deporte.
«Evangelizar la cultura» implica, por lo tanto, llevar el mensaje del Señor Jesús a todos estos ámbitos. O como decía San Pablo VI: transformar con la fuerza del Evangelio todo lo que está en contraste con el mensaje evangélico. Esto implica no sólo amplitud sino también profundidad, porque no hay propiamente la evangelización cuando nos quedamos en la superficie. El Evangelio debe transformar el corazón de las personas, dónde está la raíz de todos los criterios de juicio, formas de comportamiento y escalas de valores que todos poseemos, aunque no totalmente explicitadas.
El ideal de «evangelizar la cultura» responde a un drama muy concreto, que no es ajeno a ninguno de nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI: la ruptura entre la fe y la vida, entre lo que creemos y lo que practicamos. Como San Pablo, podemos decir que a menudo «no hacemos el bien que amamos, y hacemos el mal que odiamos».
Como católicos comprometidos con la Iglesia, que creen que en Cristo se encuentra la respuesta al ser humano, a todos sus dramas y a todos sus interrogantes, la evangelización de la cultura no puede desaparecer del horizonte. Es una gran tarea, pero comienza con pequeñas cosas. En primer lugar, con la oración, por la participación en la Liturgia de la Iglesia, que es la fuente y la cumbre de la vida cristiana.
Arraigados en el Bautismo y la Eucaristía, constantemente renovados en el perdón y la misericordia que recibimos en la Confesión, todo lo que hagamos, nuestra vida doméstica, nuestro trabajo, nuestra participación en la política, nuestro arte y nuestra música, podrán expresar orgánicamente lo que creemos.
El principio de todo, sin embargo, se encuentra en la conversión del corazón. En abrir nuestras heridas y nuestros dolores a la gracia divina que es capaz de transfigurarlos. Entonces, como Pedro y los demás apóstoles y santos que nos han precedido, podremos decir a nuestros hermanos: » «lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, ponte a andar», porque «lo que hemos recibido gratuitamente lo damos gratuitamente».