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La evangelización de las familias –que vienen sufriendo el constante embate de una anticultura de muerte– es uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo.
La familia es la célula primera y vital de la sociedad, o como señaló el Beato Papa Juan Pablo II, «la primera sociedad humana». Es, además, el santuario de la vida y llamada a ser la escuela donde el ser humano aprende a vivir la dimensión de encuentro y comunión. La familia es la primera evangelizadora y educadora de la fe.
El Sodalicio promueve a las familias para que estas se constituyan en verdaderos cenáculos de amor, en donde se viva la acogida al Espíritu, la integración entre sus miembros, el respeto a la libertad de cada uno y la apertura a la vida, desde una espiritualidad de la vida familiar que nutra y sustente el despliegue de cada uno.
La espiritualidad sodálite es clara en afirmar que la vocación al matrimonio, para aquellos que Dios llama a ese estado de vida, constituye un camino hacia la santidad que invita a quienes lo recorren a vivir y desplegarse en su estado conyugal siempre según el Plan divino.
Muy relacionada a la evangelización de las familias se encuentra, entre las iniciativas apostólicas del Sodalicio, una decidida defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural.