Día 5: Sanar el corazón, liberar el espíritu
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(+) En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Buen Jesús, Tú que eres el rostro misericordioso del Padre, míranos con la ternura de tu Sagrado Corazón y renueva en nosotros la gracia del Espíritu Santo que recibimos en el Bautismo, para que dóciles a ella, experimentemos el infinito tesoro de tu Bondad, avancemos en la conversión de nuestra vida y así podamos amar con el mismo amor con que Tú nos amas. Amén.
Lectura bíblica (Lc 5, 17-26)
“Un día Jesús estaba enseñando (…). En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico y trataban de introducirle, para ponerle delante de él. Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al techo, le bajaron con la camilla a través de las tejas, y le pusieron en medio, delante de Jesús. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados te quedan perdonados.» Los escribas y fariseos empezaron a pensar: «¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?» Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «¿Qué estáis pensando
en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, – dijo al paralítico -: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.» Y al instante,
levantándose delante de ellos, tomó la camilla en que yacía y se fue a su casa, glorificando a Dios. El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto cosas increíbles.»”
Meditación
¿Sabes cuál es la mayor esclavitud que una persona puede padecer? Tal vez se te ocurra una sentencia de cadena perpetua en un lugar oscuro, frío y solitario, o podríamos pensar en los esclavos africanos en la época de la colonia. Seguramente sería algo espantoso vivir así. Pero aún en la cárcel o en la esclavitud el hombre conserva la libertad en su corazón. Existe por lo tanto una esclavitud peor, la esclavitud del pecado, que genera mayor sufrimiento que cualquier situación exterior. Dios Padre conoce muy bien la esclavitud que genera el pecado y comprende el dolor del corazón de los hombres. Por eso ha enviado a su Hijo, a Jesús, con autoridad para perdonar los pecados y liberar al ser humano de la esclavitud espiritual.
¿Cuántas veces hemos visto cómo la historia del pecado se repite en nuestros familiares y amigos, o en nosotros mismos? Por el pecado se han roto familias, por rencores y odios se han distanciado los amigos, por el placer egoísta se usa y abusa de las personas. El pecado es nuestro mayor enemigo y saca lo peor de nosotros mismos. Sin embargo, por nosotros mismos, no lo podemos sacar de nuestras vidas. Mientras no reconozcamos nuestra esclavitud del pecado, no podremos dejar que el Sagrado Corazón sea nuestro Salvador. Pero cuando se reconoce y se pide perdón, ¡Cuánta misericordia se derrama en nuestros corazones y en nuestras vidas por el manantial de Gracia del costado abierto de Jesús! El Hijo de Dios ha venido a ofrecerte el perdón, a sanar tu corazón, a liberarte de la esclavitud del pecado.
Uno de los dones en el que más profundamente podemos conocer el corazón de Dios es en el sacramento de la Confesión. Gracias al mandato dado por Jesús a sus Discípulos, ellos como sacerdotes tienen la autoridad de perdonar los pecados y ofrecer a cada persona la gracia que sana y da vida al corazón,
la Divina Misericordia. Contemplemos la mano derecha y el corazón ardiente del Sagrado Corazón. Esta mano que bendice es también la mano que perdona, y al hacerlo el fuego del Espíritu que arde en su corazón, purifica y consume nuestros pecados, a la vez que devuelve el fuego del Amor de Dios
a nuestros corazones.
¿Qué quisieras pedirle al Sagrado Corazón el día de hoy? ¿Qué situación en tu vida o en tu familia necesita ser sanada y perdonada? ¿A quién te invita el Señor a perdonar o a ofrecerle el perdón? No nos quedemos en la esclavitud del pecado, dejemos que Dios nos sane y nos devuelva la alegría de la
salvación.
Rezamos un Padrenuestro, un Avemaría y el Gloria.
Te alabamos, te bendecimos y te adoramos Sagrado Corazón de Jesús, don infinito del Padre para la reconciliación de todos los hombres, fuente inagotable de gracia y misericordia. A ti buen Jesús acudimos para recibir tu bendición. Sabemos que conoces nuestras necesidades antes de que
las solicitemos y cuándo y cómo es prudente que las recibamos, por eso ponemos en tus manos esta petición…
Pedimos la gracia que deseamos obtener.
Te damos gracias Señor por escucharnos. Ayúdanos a conservar en nuestra mente y en nuestro corazón aquella Palabra que nos has dirigido hoy, para que como la semilla, crezca y dé fruto a su tiempo. Llena nuestro corazón con la fuerza y la alegría de tu Espíritu, conserva nuestras familias unidas en el amor y abre nuestras manos al hermano necesitado. Reina Señor en nuestra casa, en nuestros corazones, en nuestra patria y en el mundo entero. Amén.
Sagrado Corazón de Jesús,
En Vos confío.
(+) En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
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